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La bebedora adormecida de Picasso. |
—Hola, soy Telma y soy escritora.
Era como lo había soñado: una librería con mucha gente esperando que les dijera unas palabras y haciendo cola para comprar mi libro
y llevárselo firmado. El triunfo me acompañaba. Mi obra detrás de mí, en un
gran cartel, y yo dando las gracias a
aquellos que me ayudaron a conseguirlo. Además de la excelente presentación que había hecho de mí
la editora, encantada por la crítica más que favorable de los expertos.
Resultaba gratificante ver mi sueño cumplido. Me había
empeñado en colarme en ese mundo dónde solo unos pocos tenían sitio. Entré por la puerta grande encantada con mi
suerte. Muchos de los compañeros ni siquiera llegaban a rozarla.
Ahora me tocaba dar la talla. En pie, bajé la vista y me dispuse a hacer lo que
debía...
—Hola, soy Telma y soy
alcohólica.
Por fin lo solté y dije
en alto lo que era. A pesar de ello, de
lo que me aseguraron, no me sentí redimida ni reconfortada, ni siquiera distinta.
Ahora sí que necesitaba un trago, y de los largos. Me atreví a mirar esas caras
que se giraban hacia mí intentando averiguar los motivos por los que me encontraba
ante ellos. Sus ojos fijos los percibía dentro, sondeando en mi cabeza,
buscando los porqués. Me avergonzaba hablar.
—Hace tiempo quise ser
escritora y lo conseguí. Los amigos y la
familia me animaban, las editoriales me llamaban solicitando mis manuscritos…,
el mundo me aclamaba. Tuve el triunfo en mis manos. —Guardé silencio y tomé aliento—. Más tarde llegó la nada… La maldita hoja en blanco.
Me costaba continuar. Mi mente iba por otros
derroteros. A ella no le gustaba lo que estaba haciendo. Ella quería adormecerse
de nuevo, sin preocupaciones: “¡Confesarse, qué estupidez! ¿Acaso recuperarás todo lo que perdiste?... Ya lo has
hecho, ¿y ahora qué?… Todos estos que te miran con sonrisa benevolente no son mejores que tú:
fracasados a tiempo completo. Desilusionados. Han dejado de sentir y se ha refugiado en este lugar. Se apiñan en
grupos para protegerse. Estúpidos, no saben que están solos. Tal vez piensen que buscas su perdón. Que se
lo queden. Es preferible que sigas bebiendo, olvidar este mundo que solo te
causa dolor y volver a tú rincón donde
solo el silencio reparador te acompaña.”
Continúe hablando con la vista baja. No quería
ver sus rostros, estaba avergonzada. Tal
vez habían leído mi mente y sabían lo que pensaba de ellos.
—…A pesar de mi fracaso, durante un tiempo seguí rellenando folios con relatos que nadie
leía y seguía bebiendo Bourbon con cada decepción. Malas historias que me
llevaban a ninguna parte. Creí que tendría una nueva oportunidad de colarme
entre la élite y casi sin darme cuenta
me colé, pero no donde yo quería, sino en otro mundo distinto. Uno que me ayudó
a evadir los problemas y me alejó aún más de la persona que fui. —Otra vez se
me atascaron las palabras. Todos los ojos me miraban intrigados. —El fracaso
llamaba a mi puerta con cada intento, con cada palabra que hacía aparecer en el inmaculado
folio. Comprendí que emborronar hojas no era escribir. Las historias debían llegar, clavarse en el lector como un aguijón que le dejase herido para
siempre. Y eso yo no supe hacerlo de nuevo. La pluma de la musa había rozado mi
frente solo una vez y después, borracha
de éxito y de alcohol, no supe continuar sola —bajé el tono—. Todas las
historias se fueron de golpe y quedó el vacío, el más doloroso, el que me impedía
poder contarlas. Después de ese, fueron naciendo
los demás vacios, que ya no me importaron: el de las editoriales, de los amigos, de las personas que me querían...,—suspiré
y levanté la vista—. Ese desierto en el que me adentré ha durado hasta hoy. Pero
por fin he decidido volver a intentarlo
y rellenar algunos de esos huecos…
Guardé silencio y el resto lo guardó conmigo, un segundo,
dos… Temblaba. De pronto un hombre se
puso en pie aplaudiendo y con él arrastro al resto del auditorio. Comprendí que
había llegado a la meta. Sería un éxito. Miré a mi agente que se acercó
sonriendo y me abrazó.
—La señorita Telma Reviriego les ha leído el primer párrafo
de su libro “El principio de una historia” Una novela desgarradora sobre el
fracaso. Solo quiero comentarles una cosa más. Aunque la protagonista de la
novela se llama igual que ella, en común solo tiene el nombre. Nuestra
novelista es una triunfadora —dijo señalando el cartel que tenía a su espalda—.
Ahora, nuestra gran autora pasará a firmar sus ejemplares. Gracias a todos por su presencia.