Mujer con pistola- Julio Romero de Torres. |
El blanco predominaba sobre cualquier otro color, de hecho
era el único, si exceptuábamos el naranja de mi ropa.
Los parpados me
pesaban y por una rendija contemplé solo lo que se encontraba delante de mí, que no era
mucho. No tenía noción de nada anterior a ese instante.
Todo mi mundo se
resumía en los pocos segundos que llevaba consciente. Ni siquiera pude
levantarme del sitio o girar la cabeza. La angustia trepó hasta mi
garganta. Grité o eso creí, porque ningún sonido salió de mi boca.
Cerré los ojos con fuerza decidida a buscar respuestas en mi interior. Una
niebla espesa lo envolvía todo. Intenté pensar con algo de lógica. Alguien
tendría que acudir a socorrerme y entonces...
Se descorrió una cortina y vi un montón de rostros serios. Algunos
no apartaban la vista de mí y otros se volvían para no mirarme. El
recuerdo me golpeó de lleno y, horrorizada,
quise olvidar de nuevo.
Por Dios, Mariló, qué angustia... me pasa eso a mí y me muero... nunca mejor dicho.
ResponderEliminarPues sí, has dado en el clavo de una situación horrible. Buen texto.
ResponderEliminarMuchos besos.
Jesús!! Qué bueno Mariló.
ResponderEliminarJesús, !!, Qué horrible, (me refiero a la situación, claro). Muy bien Marilo, :-D
ResponderEliminar¿Despertabas de una pesadilla o entrabas al sueño eterno? ¡Me he angustiado!
ResponderEliminar¿El cura llega antes o después?-- Muy bueno Mariló.
ResponderEliminarAl final vas a ser tú la escritora de terror. Mira la modestilla... en cuanto nos demos cuenta, nos ha quitado a todxs la etiqueta, jajaja.
ResponderEliminarRepito: Pues sí, es un mal final...
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